Dice Metapedia: “Lev Davídovich Bronstein, más conocido como
León Trotsky fue un revolucionario judío nacido en Yanovka, Ucrania, el 26 de
octubre -según el calendario juliano prerevolucionario- ó 7 de noviembre -según
el calendario gregoriano- de 1879 y murió en Coyoacán, Ciudad de México, el 21
de agosto de 1940. Escribió un libro llamado Stalin, en el que denuncia las
purgas del dictador soviético y la influencia judía en el régimen comunista.
León Trotsky, fue el quinto hijo de una pareja de pequeños
terratenientes judíos de clase media.
Político y teórico revolucionario soviético, protagonista de
la revolución bolchevique en Rusia en 1917.
Negoció la retirada de Rusia de la Primera Guerra Mundial
mediante la Paz de Brest-Litovsk. Tuvo a su cargo la creación del Ejército
Rojo.
Stalin había dado orden de asesinar a Trotsky y, Jotov,
encargado de las operaciones contra éste en México, se valió de dos comunistas
catalanes, Caridad y Ramón Mercader (madre e hijo), para llevar a cabo el plan.
Asimismo, ayudaron dos mexicanos de izquierda, Vicente Lombardo Toledano y
David Alfaro Siqueiros.
Aunque el palacete en el que vivía estaba fuertemente
custodiado, Ramón Mercader (conocido con el alias de Jaques Mornard) lograría
infiltrarse en su círculo ganándose la confianza de una de las secretarias de
Trotsky, Silvia Ageloff, con la que incluso mantuvo un noviazgo formal
premeditado y planeado para perpretar el asesinato.
Con el pretexto de que leyera un escrito suyo se acercó a
Trotsky y mientras este leía le clavó salvajemente un piolet en la cabeza. El
grito de Trotsky se escuchó en toda la casa, acudiendo rápidamente sus
custodios pero no se pudo hacer nada.
León Trotsky moriría un día más tarde en un hospital de la
Cruz Verde”.
Las matanzas del camarada Trotsky por Héctor Landolfi.
Increíblemente, lo que parecía un resto histórico de la
ideología, el trotskismo reverdece en los márgenes australes del mundo.
Se agrupa en el Partido Obrero, FIT y el Nuevo MAS. No se
presentan como trotskistas. Se autodefinen socialistas, feministas y defensores
de los pueblos "originarios", término este tan ininteligible en la
entonces Unión Soviética como inconsistente en la Argentina actual. En cuanto
al feminismo, al comandante del Ejército Rojo (Trotsky) le hubiera costado
entender el significado de esa mirada ideológica sobre la naturaleza femenina.
La izquierda vernácula tiene un derrotero singular y
contradictorio. Adquirió importancia cuando el Partido Socialista se hizo
famoso con la huelga de 1902, a la cual Roca le puso el brete de la Ley de
Residencia. Y se consagró en épocas del mismo presidente (1904) cuando el
conquistador del desierto modificó la ley electoral y dispuso la elección por
"circunscripciones". Este cambio legislativo le permitió a Alfredo
Palacios transformarse en el "primer diputado socialista de América".
Así las cosas, el socialismo creció al socaire de planteos
reivindicatorios y del prestigio intelectual de Juan B. Justo, fundador del
partido y traductor al castellano de "El Capital" de Carlos Marx.
Pero, a partir de 1918, el reverbero de la Revolución Rusa
sobre el estuario platense generó la creación del Partido Comunista Argentino.
La Segunda Guerra Mundial encontró a los comunistas
argentinos cohabitando con sectores "paquetes" de nuestra sociedad en
la antiperonista Unión Democrática. Sospecho que la comodidad demostrada por
los estalinistas autóctonos en su convivencia política con las clases medias y
altas argentinas se debió, más que a ideología, al poder financiero que
esgrimía el Partido Comunista.
Mientras tanto, y en forma paralela a los desdibujados
seguidores de las órdenes de Moscú, se fue gestando el nacimiento del
trotskismo.
Trotsky tuvo la rara oportunidad de hacer la Revolución,
ocupar puestos de alto poder en el nuevo gobierno soviético, reprimir
salvajemente a los opositores y teorizar sobre su propia experiencia. Hasta
que, finalmente, le cayó la maldición que pesa sobre los que hacen
revoluciones: son devorados por la inercia de la fuerza que generan.
La pelea por el poder en la entonces Unión Soviética
favoreció a Stalin y Trotsky, para salvar su vida –cosa que logró solo por un
tiempo–, huyó a México.
En las soledades aztecas, no exentas de placeres dada su
proximidad a Frida Kahlo, el exiliado soviético reelaboró el marxismo y
proyectó su "revolución permanente", una suerte de contrapunto
ideológico a las rigideces del estalinismo.
El marxismo, una suerte de religión laica con sus dogmas
materialistas e ideológicos, también tuvo sus cismas. El primero se produjo
entre bolcheviques y mencheviques. Los primeros, partidarios de la dictadura
del proletariado y los segundos, con una visión light de los textos de Marx, se
transformaron en socialdemócratas.
Esa lucha ideológica terminó con el triunfo bolchevique. Y
el resultado del enfrentamiento dejó miles de mencheviques muertos, ejecutados
por la eficacia represiva del comandante Trotsky.
León Trotsky fue el tercer gran cismático. No murió quemado
luego de pasar por el aquelarre de un auto de fe. Lo mataron introduciéndole el
pico de un piolet en el cerebro.
La responsabilidad de Trotsky en no pocos de los males de
Ucrania comenzó con la firma del Tratado de Brest-Litovsk (1918). En ese pacto,
el entonces soviético comisario para las Relaciones Exteriores cede Ucrania y
otros países bajo dominio ruso, a Alemania y a las potencias centroeuropeas de
la época. La consecuencia inmediata de este abusivo reparto de países sometidos
fue el saqueo sistemático de las inmensas riquezas alimenticias ucranianas por
parte de Alemania y Austria.
El bochornoso desempeño como ministro de Relaciones
Exteriores obligó a Trotsky a renunciar. Evidentemente, lo suyo no era la
diplomacia sino el duro oficio militar, como lo demostró más adelante.
A poco tiempo de hacerse cargo del Ejército Rojo, Trotsky
demostró ser buen organizador e implacable aplicador de "mano dura".
No dudaba en ordenar fusilamientos individuales y grupales para mantener la
disciplina castrense. Y hacía secuestros extorsivos de familiares de oficiales
zaristas que revistaban en su ejército para que no se les ocurriera, aunque más
no sea, cumplir con desgano las órdenes que se les impartía.
En la vasta llanura ucraniana, a principios del siglo
pasado, surgió un movimiento revolucionario anarquista liderado por Néstor
Makhno. En poco tiempo recibió la adhesión de miles de campesinos que padecían
duras condiciones de vida y trabajo. Makhno organizó militarmente a sus
seguidores bajo una fuerza que fue llamada Ejército Insurreccional de Ucrania.
Participó de la Revolución Rusa y en alianza con el Ejército Rojo combatió a
las fuerzas antisoviéticas del general Antón Dinikin.
El acuerdo entre Trotsky y Makhno establecía la
independencia de cada fuerza pero la provisión de municiones y la conducción
táctica estaba bajo mando soviético. Esto fue fatal para las fuerzas
makhnovistas, pues en determinado momento de la lucha el Ejército Rojo dejó de
proveer munición al Ejército Insurreccional y abrió su ala derecha para que
pasara el monárquico Ejército de Voluntarios y masacrara a los anarquistas.
Esta táctica la repitieron los comunistas en el Frente de Teruel durante la
Guerra Civil Española (1936-39). Las fuerzas de Moscú dejaron de dar apoyo a
las brigadas anarquistas y permitieron el paso de las tropas franquistas, que
destrozaron al bando ácrata.
No obstante el traspié, Makhno reorganizó sus fuerzas y
restableció su dominio en una amplia zona de Ucrania.
Trotsky ya no pensó en acuerdos con Makhno. El comandante
del Ejército Rojo condujo en persona una encarnizada campaña contra los
makhnovistas. Los bolcheviques intentaron asesinar a Makhno en varias
oportunidades, pero fracasaron.
Trotsky no esperó más y emitió la orden Nº 1824, con la que
lanzó a su ejército sobre la zona ocupada por los anarquistas ucranianos. Al
principio la represión consistió en ubicar al combatiente makhnovista y
fusilarlo; si se lo sorprendía en su casa se mataba también a la familia. La
segunda fase de esta masacre consistió en arrasar aldeas enteras matando a
todos sus habitantes.
La paradoja de esta matanza muestra al inventor de la
"revolución permanente" masacrando a los que pretendían ir más allá
de la Revolución Rusa.
Siempre me llamó la atención la facilidad con que León
Trotsky se trasladaba desde su exilio mexicano hacia Estados Unidos y circulaba
por Nueva York –ciudad donde estuvo años antes– como un turista más. Esta
aparente contradicción quedó aclarada cuando leí la obra de Liborio Justo
("Quebracho"), que fue trotskista en su juventud y militó siempre en
la izquierda ideológica, "León Trotsky y Wall Street. Cómo el líder de la
Cuarta Internacional se puso al servicio del imperialismo yanqui en
México".
Publicado en Diario “Río Negro” (edición Nro. 24.083),
viernes 21 de agosto de 2015, página 18.
Fotos internet.
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