Juan Bautista Alberdi fue, sin duda alguna y sin exagerar,
uno de los grandes pensadores que tuvo nuestro país.
“La América del Sud es a la vez rica y miserable. Es rica
por la manera de ser de su suelo. Es pobre por el modo de ser de su pueblo. La
riqueza propiamente tal es la obra combinada del suelo y del hombre. Por rico
que un territorio sea, el pueblo que lo habita será pobre si no sabe sacar de
su seno la riqueza que contiene en germen por la obra de su trabajo inteligente
y enérgico. Enseñar al pueblo a crear la riqueza es enseñarle a ser fuerte y
libre. La riqueza es poder y libertad; y el autor de su riqueza es uno mismo.
En esa enseñanza consiste la parte principal de su educación por el presente”
(Juan B. Alberdi).
Juan Bautista Alberdi nacido en San Miguel de Tucumán
el 29 de agosto de 1810 y fallecido en
Neuilly-sur-Seine, un suburbio de París,
Francia, el 19 de junio de 1884 abandonado en un hotel insignificante,
en una piecita donde apenas cabía la cama, donde encontraron sus restos
envueltos en sábanas sucias y sus efectos personales habían sido robados por el
personal del hospedaje.
Alberdi fue un abogado (que poco o nada ejerció su oficio),
pensador, jurista, economista, político, estadista, diplomático y músico
argentino, autor de las “Bases y puntos de partida para la organización
política de la Confederación Argentina” influenciada por la corriente
historicista que fundara Friedrich Carl von Savigny en Alemania que escribe a
los 26 años, muy tenidas en cuenta en la redacción de la Constitución Nacional
de 1853.
Decía en las “Bases y puntos de partida para la organización
política de la República Argentina” sobre la Patria… “la patria no es el suelo.
Tenemos suelo hace tres siglos, y sólo
tenemos patria desde 1810. La patria es libertad, es el orden, la riqueza, la
civilización en el suelo nativo, bajo la enseña y en su nombre”.
Y pensaba de los liberales “Los liberales argentinos son amantes
platónicos de una deidad que no han visto, ni conocen. Ser libre, para ellos no
consiste en gobernarse a sí mismos, sino en gobernar a los otros. La posesión
del gobierno: he ahí toda su libertad. El monopolio del gobierno: he ahí todo
su liberalismo. A fuerza de tomar y amar el gobierno como libertad, no quieren
dividirlo, y en toda la participación de él dada a los otros ven un adulterio”.
Para Alberdi “el caudillo supone la democracia, es decir,
que no hay caudillo popular sino donde el pueblo es soberano, mientras que el
militar es todos los gobiernos, y especialmente del despóstico y monárquico.
El caudillaje que apareció en América con la democracia, no puede
ser denigrado por los que se dicen partidarios de la democracia, sin el más
torpe contrasentido. Baste decir que los españoles realistas los primeros que
dieron este título a los Bolívar, Carrera, Güemes, Aráoz, etcétera. Según los
españoles, el caudillaje americano, era el patriotismo, el americanismo, la
recolución de la independencia”.
Y en su sus disputas, con fundamento, con Sarmiento decía: “Si
sospechara Sarmiento que toda la naturaleza del poder político reside en el
poder de las finanzas, no perdería su tiempo y sus freses tontas y ridículas
toerías de civilización y barbarie, de ciudades y campañas”.
Juan Bautista Alberdi fue consejero del gobierno de Justo José Urquiza y representante plenipotenciario de la Confederación Argentina en las legaciones de París, Madrid y Londres.
Escribió entre otros los siguientes libros, entre otros,:
Las palabras de un ausente, El voto en América, El crimen de la Guerra, Sistema Económico y rentístico de la Confederación Argentina, Preliminar al estudio del derecho.
Sobre la riqueza de las naciones decía: "La riqueza de
las naciones es la obra de las naciones, no de sus gobiernos. Si no tuvieran
otro fabricante de sus riquezas que los gobiernos, todas las naciones, sin
excepción de una sola, estarían en la miseria. El gobierno por su institución y
destino, representa un gasto, un consumo de la riqueza nacional”.
El 27 de abril de 1889 sus restos fueron exhumados para ser
repatriados por decreto del presidente inoperante de Miguel Juárez Celman.
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