En los cauces del Río Negro, navegan siglos de historia. Hace 236 años, los primeros navegantes lo atravesaban río arriba entre paisajes inhóspitos, amenazados por indios. Las travesías duraban meses a bordo de buques a vapor en los que se trasladaban caballos, víveres y gente. Avanzaban contra la corriente y con ayuda del viento, descubrían islas y tierras de manzanas, sobre las que hoy se levantan las ciudades más importantes de Río Negro y Neuquén.
Una de las primeras navegaciones del Río Negro, fue en noviembre de 1782. El piloto de la Real Armada Basilio Villarino, funcionario del Virreinato del Río de la Plata, surcó las aguas por centenares de leguas, entre altas orillas cubiertas de matorrales y logró llegar el 23 de enero de 1783, desde Carmen de Patagones a la confluencia del Río Limay y Neuquén a los que Villarino denominó Gran Desaguadero y el Sauquel o Diamante.
En su diario de viaje, el marino narra cómo avanza con el viento contra la marea. Aparece en su relato, el primer avistaje de la isla de Choele Choel y muestra la difícil convivencia con los indios. Cada día, describe el avance en leguas y las peripecias que debieron pasar. Por las noches siempre ven el fuego que encienden los indios. Algunos se acercan y a cambio de tabaco y aguardiente le dan información, pero a veces la amenaza parece grande.
“Supe por los indios que los fuegos o incendios del campo son señal de unión entre ellos y seña de venir algún enemigo de aquella nación a los que los aliados y parientes le hicieron esta seña”, escribe.
Otros marinos, más tarde, también tomaron la posta de remontar el famoso “río de los sauces”. Nicolás Descalzi, en 1833, continuó con la tarea y con la goleta “Encarnación”, zarpó desde Patagones hasta Choele Choel. Era ingeniero hidrográfico y Juan Manuel de Rosas lo había designado para que realice el reconocimiento de ambas márgenes del río hasta la confluencia.
Descalzi hizo la tarea y regresó a Buenos Aires en abril de 1834. Lo recogido lo asentó en el trabajo “Diario del reconocimiento del Río Negro”, con los datos para elaborar mapas topográficos.
En 1867 el Congreso Nacional promulgó la Ley 215, que acordaba el traslado de la frontera interior al Río Negro, y preveía “invertir fondos en la adquisición de vapores adecuados y en la exploración y navegación del río Negro”.
Se comenzó a trabajar casi de inmediato, y la Armada, avanzó río arriba. Por orden del presidente Domingo Sarmiento, en 1869 el capitán Ceferino Ramírez, se puso al mando del vapor “Transporte” -también conocido como Choele Choel- para hacer un reconocimiento hasta la Isla de Choele Choel.
Llegaron hasta ahí porque se quedaron varados y tuvieron que resistir los embates de Calfucurá que impedía el avance. Luego el capitán Clodomiro Urtubey fue enviado a prestar servicios en la costa patagónica, y colaborar con Ramírez hasta instalarse y fundar el fortín General Conesa.
En 1872, otro buque a vapor, al mando de Martín Guerrico, uno de los exploradores que más esfuerzos hizo para el reconocimiento del río, usó como guía el diario de Descalzi para estudiar el río, registrar islas y el cause de las aguas. Más tarde lo hizo abordo del vapor “Triunfo”.
Más integración por agua.
A partir de estas primeras experiencias, hacia 1883 se creó la “escuadrilla del río Negro”, con la compra de los vapores de rueda “Río Negro” y “Río Neuquén”. Estas embarcaciones fueron construidas en Inglaterra de acuerdo a los consejos de una comisión creada específicamente a este fin, para que se pusiera especial cuidado en encontrar un modelo acorde a las características del río. Luego fueron ensambladas en la costa maragata.
El vapor “Río Negro”, logró un récord de navegación al alcanzar para la navegación del río Limay la confluencia del Collón Cura. Agotando su tiempo de uso fue reemplazado por el vapor Limay.
Para esta época también el General Villegas realizó una campaña al Nahuel Huapi intentó navegar el río Limay hasta el lago, y luego de varios intentos el teniente Eduardo O’Connor lo logró en 1883 con una lancha a la que llamaron “Modesta Victoria”.
En 1899 el presidente Julio Argentino Roca, por intermedio de su ministro de Agricultura, Emilio Frers, llamó a licitación para el establecimiento de una línea de vapores a lo largo de la costa patagónica, en la que, obviamente, escaseaban los puertos naturales. Pero tuvo que rechazar las propuestas que llegaron por lo exagerado de sus pretensiones.
El presidente le pidió al conocido armador Antonio M. Delfino que estudiara la prestación del servicio en forma menos gravosa para el Estado. El profesional accedió, presentó barcos aptos para la zona y en 1901 quedó inaugurada la primera línea regular de vapores al lejano Sur.
Para 1906 una sociedad de navegación fluvial denominada Navegación a Vapor del Río Negro, se consolidaba y proponía realizar la navegación del río en toda su extensión. Esta empresa sería vital para la región que tenía la necesidad de transportar por el río, los miles de toneladas de mercaderías y materiales que llegaban a su puerto para ampliar los establecimientos.
En cierta medida fue una solución al problema de la navegación permanente del río, con sus modernos vapores de poco calado y adecuados al mismo que permitía remontarlo, incluso en el tiempo de las mayores bajantes.
En 1907 la navegación del río Negro hasta General Conesa se hacía en un vapor de la Escuadrilla del Río Negro, formada por vapores de hélice: el Inacayal, el Sayhueque y el Namuncurá y el vapor de ruedas Teuco. Todos llevaban el nombre de caciques indios tomados de la historia previa a la conquista del valle del Río Negro.
Hasta 1911 la navegación fue regular y muy utilizada para el tráfico de la mercadería en la región. Pero para este entonces las vías del ferrocarril surcaban el suelo valletano y empezó a decaer la rentabilidad de la cuadrilla, lo que determinó que la Armada le pusiera fin.
De lo publicado en Diario "Río Negro", sábado 1º de diciembre de 2018.-
En los cauces del Río Negro, navegan siglos de historia. Hace 236 años, los primeros navegantes lo atravesaban río arriba entre paisajes inhóspitos, amenazados por indios. Las travesías duraban meses a bordo de buques a vapor en los que se trasladaban caballos, víveres y gente. Avanzaban contra la corriente y con ayuda del viento, descubrían islas y tierras de manzanas, sobre las que hoy se levantan las ciudades más importantes de Río Negro y Neuquén.
Una de las primeras navegaciones del Río Negro, fue en noviembre de 1782. El piloto de la Real Armada Basilio Villarino, funcionario del Virreinato del Río de la Plata, surcó las aguas por centenares de leguas, entre altas orillas cubiertas de matorrales y logró llegar el 23 de enero de 1783, desde Carmen de Patagones a la confluencia del Río Limay y Neuquén a los que Villarino denominó Gran Desaguadero y el Sauquel o Diamante.
En su diario de viaje, el marino narra cómo avanza con el viento contra la marea. Aparece en su relato, el primer avistaje de la isla de Choele Choel y muestra la difícil convivencia con los indios. Cada día, describe el avance en leguas y las peripecias que debieron pasar. Por las noches siempre ven el fuego que encienden los indios. Algunos se acercan y a cambio de tabaco y aguardiente le dan información, pero a veces la amenaza parece grande.
“Supe por los indios que los fuegos o incendios del campo son señal de unión entre ellos y seña de venir algún enemigo de aquella nación a los que los aliados y parientes le hicieron esta seña”, escribe.
Otros marinos, más tarde, también tomaron la posta de remontar el famoso “río de los sauces”. Nicolás Descalzi, en 1833, continuó con la tarea y con la goleta “Encarnación”, zarpó desde Patagones hasta Choele Choel. Era ingeniero hidrográfico y Juan Manuel de Rosas lo había designado para que realice el reconocimiento de ambas márgenes del río hasta la confluencia.
Descalzi hizo la tarea y regresó a Buenos Aires en abril de 1834. Lo recogido lo asentó en el trabajo “Diario del reconocimiento del Río Negro”, con los datos para elaborar mapas topográficos.
En 1867 el Congreso Nacional promulgó la Ley 215, que acordaba el traslado de la frontera interior al Río Negro, y preveía “invertir fondos en la adquisición de vapores adecuados y en la exploración y navegación del río Negro”.
Se comenzó a trabajar casi de inmediato, y la Armada, avanzó río arriba. Por orden del presidente Domingo Sarmiento, en 1869 el capitán Ceferino Ramírez, se puso al mando del vapor “Transporte” -también conocido como Choele Choel- para hacer un reconocimiento hasta la Isla de Choele Choel.
Llegaron hasta ahí porque se quedaron varados y tuvieron que resistir los embates de Calfucurá que impedía el avance. Luego el capitán Clodomiro Urtubey fue enviado a prestar servicios en la costa patagónica, y colaborar con Ramírez hasta instalarse y fundar el fortín General Conesa.
En 1872, otro buque a vapor, al mando de Martín Guerrico, uno de los exploradores que más esfuerzos hizo para el reconocimiento del río, usó como guía el diario de Descalzi para estudiar el río, registrar islas y el cause de las aguas. Más tarde lo hizo abordo del vapor “Triunfo”.
Más integración por agua.
A partir de estas primeras experiencias, hacia 1883 se creó la “escuadrilla del río Negro”, con la compra de los vapores de rueda “Río Negro” y “Río Neuquén”. Estas embarcaciones fueron construidas en Inglaterra de acuerdo a los consejos de una comisión creada específicamente a este fin, para que se pusiera especial cuidado en encontrar un modelo acorde a las características del río. Luego fueron ensambladas en la costa maragata.
El vapor “Río Negro”, logró un récord de navegación al alcanzar para la navegación del río Limay la confluencia del Collón Cura. Agotando su tiempo de uso fue reemplazado por el vapor Limay.
Para esta época también el General Villegas realizó una campaña al Nahuel Huapi intentó navegar el río Limay hasta el lago, y luego de varios intentos el teniente Eduardo O’Connor lo logró en 1883 con una lancha a la que llamaron “Modesta Victoria”.
En 1899 el presidente Julio Argentino Roca, por intermedio de su ministro de Agricultura, Emilio Frers, llamó a licitación para el establecimiento de una línea de vapores a lo largo de la costa patagónica, en la que, obviamente, escaseaban los puertos naturales. Pero tuvo que rechazar las propuestas que llegaron por lo exagerado de sus pretensiones.
El presidente le pidió al conocido armador Antonio M. Delfino que estudiara la prestación del servicio en forma menos gravosa para el Estado. El profesional accedió, presentó barcos aptos para la zona y en 1901 quedó inaugurada la primera línea regular de vapores al lejano Sur.
Para 1906 una sociedad de navegación fluvial denominada Navegación a Vapor del Río Negro, se consolidaba y proponía realizar la navegación del río en toda su extensión. Esta empresa sería vital para la región que tenía la necesidad de transportar por el río, los miles de toneladas de mercaderías y materiales que llegaban a su puerto para ampliar los establecimientos.
En cierta medida fue una solución al problema de la navegación permanente del río, con sus modernos vapores de poco calado y adecuados al mismo que permitía remontarlo, incluso en el tiempo de las mayores bajantes.
En 1907 la navegación del río Negro hasta General Conesa se hacía en un vapor de la Escuadrilla del Río Negro, formada por vapores de hélice: el Inacayal, el Sayhueque y el Namuncurá y el vapor de ruedas Teuco. Todos llevaban el nombre de caciques indios tomados de la historia previa a la conquista del valle del Río Negro.
Hasta 1911 la navegación fue regular y muy utilizada para el tráfico de la mercadería en la región. Pero para este entonces las vías del ferrocarril surcaban el suelo valletano y empezó a decaer la rentabilidad de la cuadrilla, lo que determinó que la Armada le pusiera fin.
De lo publicado en Diario "Río Negro", sábado 1º de diciembre de 2018.-
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