Don Jaime Francisco de Nevares nació en Buenos Aires el 29
de enero de 1915. Fue un prelado de la Iglesia Católica Apostólica Romana,
Obispo Emérito de la diócesis de Neuquén.
El 12 de junio de 1961, el Papa Juan XXIII lo designó obispo
de la flamante diócesis de Neuquén que fuera creada el 10 de abril de ese año.
Fue Padre conciliar en el Concilio Vaticano II, defensor de
las huelgas obreras a fines de la década de 1960. Estas huelgas organizadas por
los obreros de la construcción durante la excavación para la cimentación de la
represa hidroeléctrica El Chocón.
Fue fundador de la Asamblea Permanente por los Derechos
Humanos (APDH) y a posteriori del Movimiento Ecuménico por los Derechos
Humanos que fue co-fundador junto a
Jorge Novak (primer obispo de la diócesis de Quilmes), Miguel Esteban Hesayne
(Obispo de Viedma, capital de la provincia de Río Negro), Vicente Zazpe que era
arzobispo de la diócesis de Santa Fe, Alberto Pascual Devoto (obispo de la
diócesis de Goya) y Carlos Horacio Ponce de León (obispo de la diócesis de San
Nicolás de los Arroyos) en plena dictadura denunciaron las violaciones a los
Derechos Humanos que le valieron ser tachados de “obispos rojos” u “obispos
comunistas".
Fue integrante de la CONADEP durante 1983 y 1984, y
convencional constituyente para la Reforma de la Constitución Argentina de 1994
pero renunció a dicho cargo haciendo severas denuncias contra la convención.
El humor de Jaime De Nevares: Un día llegó al Obispado un
telegrama de Monseñor José Miguel Medina diciendo más o menos así:
"Lamentamos pérdida del Pastor. Oramos por atribulada diócesis". Por
alguna mala información Medina pensó que Don Jaime había muerto. De Nevares le
contestó inmediatamente: "Obispo Neuquén vivito y coleando. Diócesis sigue
aguantando".
Este es el último mensaje de Monseñor Jaime F. de Nevares al
pueblo de Neuquén, en 1991.
"Me piden una palabrita y la bendición. Tata Dios nos
pide CORAJE y que NO NOS ACHIQUEMOS: tenemos una doctrina que practicar, que
predicar y que vivir.
Y si cuando se presenta la oportunidad, cuando hay un riesgo
de vivirla en toda su integridad, nosotros nos achicamos, entonces hemos
perdido la oportunidad, y Tata Dios se encuentra defraudado por nuestra falta
de fidelidad.
Seamos santos como Dios espera que lo seamos.
En la vida cotidiana nada es extraordinario, pero sí lo
extraordinario de vivir hasta en sus detalles la doctrina del Amor.
Y ahora la Bendición, que no mía, es de Tata Dios, de la Santísima Trinidad: que la Bendición de Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo
descienda sobre cada uno de ustedes, que permanezca para siempre, y que
fructifique en vida de santidad, sencilla, cotidiana, sólida".
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