Padres e hijos: la conflictiva relación de Franco y Mauricio Macri.
La eterna lucha del Presidente por diferenciarse de su padre. Momentos de desvalorización y la decisión de dejarse el bigote.
Existen dos tipos de padres: aquellos que alientan a dejar seguidores, que crean en sus hijos a su mano derecha y los preparan para que continúen con su legado, y otro tipo que son caciques. Franco Macri siguió siempre esa última tendencia. Sus hijos no tuvieron esa bendición de estar preparados para hacer lo mismo. A mucha gente le gusta sentirse imprescindible y que nadie los pueda opacar.
La lucha interna que tuvo su hijo Mauricio fue con una figura fuerte. Hubo momentos de desvalorización con los que tuvo que pelear. Ese intento por diferenciarse empezó con dejarse un extraño bigote, por ejemplo. Y siguió por dedicarse a otras cuestiones, porque en el área empresarial no podía competir contra Franco. Ser dirigente futbolístico fue el comienzo. Buscar la presidencia, la evidencia de que iba por todo. Apuntó a un lugar fuerte para poder pasar por encima del padre. Psicológicamente Lacan decía que para poder progresar había que hacer un “asesinato” del padre. Pasar por encima del cadáver.
De hecho, muchas veces las personas progresan después de la muerte de su progenitor, porque la dominación era tal que había algo implícito de no sobresalir sobre su figura. Hay hijos que inconscientemente se boicotean para no pasar por encima de su padre.
Por otro lado, algunos pueden superar ese trauma en base a una fortaleza personal que se logra cuando se está bien con uno mismo. Desde hace años que Mauricio no tiene que competir con Franco por su decisión de despegarse de él.
A Franco le tiene que haber costado ver el poder que consiguió Mauricio tanto en Boca como en la Nación. Porque hay una competencia, una medición constante en la andropausia. Pero a cierta edad, cuando uno cambia la escala de valores, se siente distinto. Hay una herida narcisista que hizo a Franco humanizarse más y poder entablar otro tipo de relación con Mauricio. El hijo también suele ver a su progenitor más endeble y la situación se invierte: uno se paternaliza con el otro.
Por Beatriz Goldberg Psicóloga. Autora de “Estoy a tiempo todavía”, Editorial Lumen.
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