La localidad de Octavio Pico une Neuquén, La Pampa, Mendoza y Río Negro. Es el único lugar “cuatripunto” de la Argentina y uno de los poquísimos que hay en el mundo. A 1000 kilómetros de Buenos Aires, dos tesoros aún por explotarse pueden impulsarlo al crecimiento.
A los 16 años, José Fernández decidió dejar su aldea española.
No había trabajo y el ambiente comenzaba a ser irrespirable en Europa. Para colmo, los alemanes plebiscitaban a Hitler en su imparable ascenso al poder.
Así fue que, como tantos paisanos suyos, subió a un carguero y llegó a la Argentina. Primero fue a Mendoza, donde estuvo en la vendimia. Más tarde pasó a La Pampa y finalmente decidió seguir el rumbo del río Colorado.
Leguas y leguas sin gente, sin casas, Hasta que encontró un lugar que le gustó en un montecito, cerca del agua. Y decidió instalarse allí, convirtiéndose en el primer poblador y fundador de lo que años después sería Octavio Pico, un pueblo de la provincia de Neuquén.
Antes que nada, levantó una vivienda rudimentaria. Y después empezó a abrir un surco en la tierra, a fuerza de pico y pala.
Hasta que trazó un canal de riego, que orientó hacia ese río belicoso que estaba a pocos metros. Era 1933 y José no podía imaginar que en junio de 2020 aquel rudimentario tajo en la tierra iba a seguir llevando agua para los sembrados:
-Sí, mi bisabuelo vino en los años 30, se puso a trabajar con el pico y con la pala… Y ese canal que hizo pasa justamente por una chacra que tienen mis hermanos… Pasa por ahí y se va a quedar ahí, como recuerdo.
Sin ocultar su emoción, me lo dice Silvana Fernández, que preside la Comisión de Fomento y es bisnieta del fundador de Octavio Pico, el pueblo que ostenta una característica única en la Argentina: está enclavado en el punto de encuentro de Neuquén, La Pampa, Río Negro y Mendoza.
Es lo que se llama “cuatripunto”.
Semejante curiosidad geográfica casi no existe en todo el planeta.
A través de los años, las guerras y las invasiones han provocado muchos cambios limítrofes. Y como consecuencia de violentas anexiones de territorio, la demarcación de las fronteras entre países es un dibujo que varía con frecuencia.
Basta con mirar una vieja edición del Pequeño Larousse Ilustrado, al que le cantó nuestra inolvidable María Elena Walsh, para comprobar la dramática modificación de la cartografía universal.
Hoy, y salvo algún acontecimiento no previsto a la hora de entregar esta crónica, sólo hay un caso de “cuatripunto” de países en el mundo: Namibia, Zimbabue, Botsuana y Zambia, donde la pequeña ciudad fronteriza de Kazungula, sobre el río Zambezi. se asoma a un valle compartido por cuatro.
El mismo fenómeno también se da en poquísimos casos entre estados provinciales. El más conocido es el de “Four Corners”, en los Estados Unidos, donde Arizona, Utah, Colorado y Nuevo México comparten un singular punto de encuentro que se ha convertido en atracción turística. El lugar es una reserva natural y miles de personas se sacan fotografías sobre la monumental pastilla circular que marca el lugar.
-Nosotros estamos pensando en eso también… La idea es hacer algo así, para que la gente venga y se fotografíe… Éste es un caso único en la Argentina y ya presentamos un proyecto en Turismo… Ahora estamos viendo para hacer en la entrada de Octavio Pico una placa que cuente la historia y marcar un límite…- Silvana Fernández, con 35 años de edad, ejerce el cargo de presidente de la Comisión de Fomento de Octavio Pico, un mandato que tradicionalmente era designado por el gobierno provincial. Su propio tío Rubén Fernández cumplió esas funciones durante muchos años. Pero ahora depende del voto de los vecinos y se incluye en las listas de las elecciones generales:
-Como somos una localidad muy pequeña no existe el cargo de intendente… Lo que tenemos como órgano ejecutivo es lo que se llama Comisión de Fomento…
-¿O sea que usted, al frente de la Comisión, es la
presidente Fernández?
-Bueno, formalmente sí, pero en general me llaman Silvana…
Lo cierto es que el apellido Fernández tiene mucha presencia
en el pueblo. Lo fundó Fernández, lo preside Fernández y la calle principal
también se llama Fernández:
-Ja ja… no sólo la principal… Esa es la avenida, tiene el
nombre de Juan… Y las laterales tienen el nombre de los otros Fernández…
Domingo, José… Lo que pasa es que en total el pueblo tiene diez manzanas… Y
somos apenas trescientos habitantes…
Quizás el lector viva en un edificio de departamentos en
Córdoba, Madrid o Buenos Aires. Y probablemente residan allí la misma cantidad
de habitantes que hay en todo Octavio Pico, este pueblo del extremo NE de la
provincia de Neuquén.
No podemos vencer la tentación de recordar un dato
estadístico que explica alguna de nuestras desventuras nacionales: casi la
cuarta parte de toda la población de la Argentina se concentra en el 0.098 % de
su territorio.
Pero volviendo al hipotético edificio de departamentos, es
probable que sus vecinos no se conozcan entre sí y que jamás hayan cruzado un
saludo, ni siquiera al coincidir en el ascensor. En Octavio Pico también hay
incomunicación, pero de otra clase. La presidenta Fernández me lo contó:
-Tenemos internet desde hace un par de años, gracias a
Arsat… Pero se satura, es muy poca la conexión que nos brinda y casi nunca
estamos comunicados… Las conversaciones telefónicas se cortan… Ahora me
vinieron a arreglar a mí la conexión, en la oficina… Pero sólo están
funcionando bien las computadoras… La gente joven del pueblo quiere estar
comunicada, por eso es muy necesario que podamos usar las redes… Nuestro
problema es que como estamos en un pozo habría que levantar una torre y poner
una antena… Sería necesaria una inversión muy grande, pero creo que alguna vez
las empresas lo harán porque aquí habría usuarios…
Las dificultades se multiplican, dado que el teléfono
público vecinal (0299 4473223) dejó de funcionar hace meses. La frustración de
este cronista, cada vez que intentó comunicarse, fue compartida por amables
funcionarios de la Casa de Gobierno de Neuquén, quienes admitieron idéntica
imposibilidad.
Pero pese a las dificultades, como sucede en tantos otros
pueblos aislados, los vecinos de Octavio Pico se esfuerzan por superarse. Así
lo dice Silvana Fernández:
-Acá el poblador medio es productor rural… Vive de la
ganadería y de lo que siembra… Nosotros colaboramos, brindando ayuda con las
máquinas agrícolas… Aquí lo más importante es la alfalfa… También se produce
fruta… Y tomates… Pero eso nos cuesta sacarlo, para venderlo en las poblaciones
petroleras que están más al norte, porque la ruta provincial es de ripio y está
tan transitada por las empresas que van y vienen, que está destruída… Entonces
adonde vayas si sacas un tomate va a llegar lastimado, no va a llegar en
condiciones, lo mismo pasa con la fruta y la verdura… Y para la zona de Rincón
de los Sauces nuestra producción sería más conveniente, más barata… porque si
no ellos tienen que comprar en Mendoza, que por la distancia les sale más caro…
El cronista reconoce que esta descripción carece del glamour
de los grandes temas de la macroeconomía. Esto es una viñeta casi costumbrista,
de pico, pala y tomate, de un pueblo que tiene una Escuela Albergue a la que
acuden los chicos de lugar y también aquellos que viven en las inmediaciones.
También en esto las chances son limitadas y así lo cuenta la joven Silvana:
-Es la única escuelita que tenemos nosotros… Hay alumnos que
vienen desde Rincón de los Sauces, a 80 kilometros, y duermen en la escuela,
donde por supuesto comen… Por lo general el fin de semana vuelven con sus
padres… Los vamos a buscar con la Traffic los lunes y los viernes los llevamos
de vuelta a su hogar… Los maestros no son de aquí, son de otros lugares, los
designa Educación… Vienen, están un año y se van… No les gusta… En mi época,
cuando yo iba a la escuela… porque yo hice la primaria aquí, sí hubo maestros
que estuvieron muchos años…
Los maestros, al menos, “están un año y se van…” Pero
profesores de nivel medio ni siquiera hay, porque Octavio Pico no tiene escuela
secundaria:
-Ese es mi gran problema, para mí es primordial… para mí la
educación es indispensable… Como no tenemos escuela secundaria y tampoco
tenemos internet, llevamos los chicos en la camioneta a Valle Verde, un pueblo
de Río Negro… Allí funciona una escuela virtual y se conectan con una escuela
secundaria… Todos los días los llevamos y los vamos a buscar…
Cuando se toma contacto con esta realidad, da la sensación
de que la distancia con Buenos Aires es mucho mayor que los mil kilómetros que
señala el dato geográfico. Y los acontecimientos urbanos se transforman en un
egoísta disparate cuando nuestra entrevistada dice:
-Yo hice el secundario en Rincón de los Sauces, me tuve que
ir a la casa de una familia amiga de mis padres, no había otra posibilidad… Me
iba el domingo y volvía los viernes… Era una vida sacrificada… Es un desapego
que te marca mucho… Yo lo viví y lo vivió mi hermano mayor, él se tuvo que ir a
Córdoba, mucho más lejos… No es lindo tener que irte a otro lado, yo lo vivo a
diario con los papás acá… Después, se fueron buscando otras maneras… Unos iban
a una escuela en La Pampa, iban 15 días y volvían otros 15 a la casa… Otros a
Ranquil Norte, en Mendoza… Bastante alejado. Algunos terminaron, otros no. Por
la distancia…
-¿Y si quieren hacer una carrera universitaria o un
terciario?
-Ahí está complicado… Por lo general, todos quedan en el
secundario… Universidad cerca no tenemos, sería Neuquén capital y estamos a 300
kilómetros… Podría ser un terciario, en Catriel, Río Negro, a 70 kilómetros… Yo
hice un terciario, soy psicóloga social, lo hice en Neuquén capital pero ya era
grande, tenía mi primera hija… Era semipresencial, así que viajaba mucho…
A medida que preguntamos y pese a la imposibilidad de
desplazamiento que impone la cuarentena, nos parece que vamos entrando a
Octavio Pico.
Casi como en una película, aparecen las imágenes.
Calles de tierra. Casas bajas, sólo una de dos pisos.
Muy cerca, el río Colorado, Turbulento, bastante peligroso.
Tanto, que nunca fue posible armar un reparo para pescadores y mucho menos un
balneario. Algunos lugareños ponen distancia y lo califican como “traicionero”.
Al entrar al pueblo, nos custodia una doble fila de
“gualeguay”, un arbusto muy tradicional en la zona, bastante parecido al sauce.
Dos o tres vecinas se dedican a armar plantines, que venden a gente de otros
lugares que llega especialmente a buscarlos.
Nos enteramos que el pueblo fue oficialmente reconocido por
el gobernador Felipe Sapag el 15 de diciembre de 1973 y que el nombre de
Octavio Pico es un homenaje al agrimensor que colocó el mojón del Meridiano 10,
en 1882.
Dentro de seis meses, el pueblo cumplirá 47 años. Habrá,
como siempre, un almuerzo popular, un desfile de escolares, un torneo de fútbol
y alguna guitarreada.
La novedad podría ser que aparezcan algunas caras nuevas:
-Hemos creado un espacio de adolescencia y juventud… Vienen
chicas de otros lugares, hay bastante juventud, de 18 a 25 años… En los últimos
meses hubo un par de casamientos… Tengo mucha gente que está haciendo cambio de
domicilio… Gente que busca un pedacito de tierra, como huyendo de la ciudad,
para empezar a trabajarla, ya sea para tener sus verduras o para armar fardos
de alfalfa y venderlos…
Hay un datos flamante que con toda lógica es una
consecuencia del párrafo anterior: en lo que va del año han nacido dos bebés en
Octavio Pico. Y el año pasado, cinco.
Esta feliz estadística tuvo como protagonista a la titular
del ejecutivo lugareño:
-Nació mi bebé, que ya tiene 10 meses… ¡Volví a ser mamá,
después de quince años!
Ahora, quienes lleguen a engrosar la escuálida demografía de
Octavio Pico podrán beneficiarse con las ventajas de la bancarización:
-Tenemos un cajero automático, desde hace menos de dos años…
Es satelital, opera con el banco de la Provincia…
Y también deberán adaptarse a la realidad sanitaria del
pueblo:
-No tenemos médico, hay una salita de primeros auxilios…
Este pueblo sin indigentes ni personas que vivan en la
calle, han transcurrido airosamente estos meses de COVID-19:
-Nos afectó sólo en el sentido que se restringieron los
lugares donde solemos hacer las compras… Pero gracias a Dios no hemos tenido
ningún problema…
El armado de esta crónica debió superar demoras e interrupciones,
que confirmaron los problemas de incomunicación y aislamiento que afectan a
Octavio Pico. Eso no impidió que pudiéramos registrar la expectativa que
habitantes y funcionarios tienen en torno de la Ruta Bioceánica. Así lo subrayó
Silvana Fernández:
-Es un proyecto que se está activando mucho… en territorio
argentino viene por La Pampa, pasa por Octavio Pico, va a Rincón de los Sauces
y llega al paso Pichachén, en Chile… A nosotros nos vendría re bien, porque
somos el único paso que hay para esa zona…
Sería un impulso formidable para el pueblo, seguramente.
Pero hay nuevas ilusiones, que ya son una realidad en
distintas localidades de la zona de influencia del río Colorado y que podrían
manifestarse también en Octavio Pico.
Una, el petróleo, que se ha consagrado hace tiempo como un
puntal de la economía de Rincón de los Sauces, que sigue creciendo y ya tiene
45.000 habitantes.
Y la otra es el vino, con marcas triunfales en La Pampa
(Bodega del Desierto, Fincas de Duval) y en Neuquén (Malma, Fin del Mundo).
Cuando se lo consultamos, la presidente de la Comisión se
entusiasmó:
-¡Ojalá llegue alguien con el proyecto del vino!… A mí
también se me ocurrió que es posible… La conformación geológica y el clima son
los mismos que los de las zonas vecinas que ahora están produciendo vino… Lo
que pasa es que tengo un problema con las tierras… es algo que empezó desde la
época de los primeros pobladores… Hubo quienes abarcaron tierra y se adueñaron.
Y se creen con derechos aunque no haya papeles… Tenemos que regularizar eso,
para que sea posible que alguien venga con un nuevo proyecto…
¿Y con el petróleo, crees que hay chances?
-La verdad es que sí… Ojalá que llegue gente con ganas de
hacer una prospección aquí…
-¿Pero vos crees que si hacemos un pozo en la esquina de tu
casa puede ser que salga petróleo?
-¡Sí, sí, puede ser!
Habrá que estar atentos. Un brote de petróleo o un nuevo
malbec podrían convertir en noticia al pueblo de los Fernández.
En cuanto al protagonismo político, el cronista creyó haber
descubierto una interrupción en la sucesión de mandatos familiares:
-He leído que su antecesora se llamaba Silvia Cruces, una
señora que presidió la Comisión de Fomento varios años… Un apellido diferente,
no todos son parientes…
Pero el cronista se había equivocado:
-Mi mamá… ja ja jaj… esa es mi mamá…
INFOBAE.
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