En 1989, al asumir la presidencia Carlos Saúl Menem, acudió a visitar al Almirante Rojas en su domicilio, un departamento ubicado en calle Austria entre Santa Fe y Arenales, que Rojas ocupó durante toda su vida. Dado que debido a su avanzada edad y precaria salud ya no salía de su casa, Menem en una inusual actitud lo visitó –según dijo– para dar un ejemplo de concordia y para poner de manifiesto su deseo de terminar con la antinomia peronismo-antiperonismo, que dividió (y aún divide) a los argentinos.
Rojas tenía la medalla de honor justicialista que se la había entregado Espejo en Puerto Belgrano.
Rojas personificaba como nadie, tiempos después, los bombardeos sobre la Plaza de Mayo del 16 de Junio de 1955, siendo director de la Escuela Naval, comienza a organizar la puesta en marcha del levantamiento de la Armada para derrocar el gobierno constitucional de Perón en septiembre de ese mismo año. En comisión en la Flota de Mar, asume el mando supremo de las Fuerzas Navales de la República como Comandante en Jefe de la Marina de Guerra en Operaciones (desde el 18 al 23 de septiembre). Embarca en el buque “17 de octubre”, procedente del Murature y ordena al crucero “9 de julio” destruir tanques de combustibles situados en Mar del Plata, los fusilamientos de 1956, la proscripción del peronismo, la desaparición del cadáver de Eva Perón Evita y muchas otras cosas.
Para sorpresa de todos, lo abrazó y le dió un beso, queriendo simbolizar el fin del enfrentamiento entre los argentinos, de la llamada "grieta" que hoy sigue en nuestra Argentina, que había caracterizado los últimos 45 años de nuestra historia.
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