Y un 9 de Noviembre de 1914 teniendo Agote 46 años, a escasos tres meses de comenzada la Primera Guerra Mundial, en el viejo hospital Rawson de Buenos Aires, en el barrio de Barracas, se realizaba una experiencia inédita.
Se estaba inoculando sangre a un enfermo. Pero esa sangre no se estaba extrayendo de otra persona -el donante-, como se había hecho hasta ese momento, la sangre estaba guardada. Simplemente almacenada en un recipiente, por supuesto debidamente esterilizado.
El Doctor Agote había descubierto que añadiendo a la sangre extraída de una vena una cierta cantidad de una sustancia química llamada citrato de sodio -de muy fácil obtención- no se coagulaba, es decir que podía conservarse en frío por un tiempo relativamente prolongado. El citrato de sodio es una sal derivada del ácido cítrico. Se encuentra en el limón especialmente. Luego, cuando un enfermo la necesitaba, se la podía aplicar de inmediato sin ningún riesgo y sin tener que recurrir personalmente a donantes de igual grupo sanguíneo. Que en casos de grandes urgencias y el no habérselos hallado a tiempo, había costado muchas vidas.
La transfusión de la sangre de un frasco efectuado en el Hospital Rawson, tuvo excelentes resultados. Desde ya que la noticia se difundió rápidamente por el mundo. Actualmente en todos los establecimientos asistenciales del planeta, existe una reserva de sangre, en previsión de cualquier emergencia.
El método del Doctor Agote había salvado muchos miles de soldados durante la Primera Guerra Mundial. Y hoy quise traer su nombre aquí, porque apellidos importantes de científicos argentinos, han gozado de una justificada popularidad: el Doctor Houssay o el Doctor Leloir, ambos premios Nobel.
No la tuvo en igual medida Luis Agote, incluso, y sin hacer comparaciones ni querer desmerecer a un ídolo argentino, como lo fue el boxeador José María Gatica, quiero si, relatar objetivamente un hecho. Gatica falleció exactamente 9 años después que Agote, también un 12 de noviembre, pero de 1963. Miles de admiradores rindieron su homenaje al boxeador. Y no llegaron a las 50 personas los concurrentes al entierro de Agote. ¿Ingratitud?,
Pero en vida, el científico no pretendió homenajes, ni los quiso y ni siquiera previó todo el alcance de su importantísimo aporte. Porque -y aquí está el aforismo que Luis Agote trajo a mi mente- quien está dotado de grandeza ve más que sus contemporáneos. Lo que no alcanza a ver es su grandeza".
Publicado en Diario "La Prensa", 27 de diciembre del 2020.
http://www.laprensa.com.ar/497395-Luis-Agote-un-argentino-que-salvo-millones-de-vidas.note.aspx
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