El auto zigzaguea entre caminos de chacra y árboles sin hojas. Cuando se detiene en el estacionamiento, el silencio gana la escena. Solo unas aves pegan un grito cerca del río y dan la bienvenida a Bubalcó. En vacaciones de invierno la reserva ubicada en Guerrico, entre Allen y Roca, abre todos los días y muchos turistas la visitan. Entre las novedades se encuentra un par de especies que llegaron hace días desde el zoológico de Buenos Aires: los monos tití y el búho orejudo.
En Bubalcó se crían y exponen animales de la región y de todas partes del mundo en un entorno natural. Habitan aves, mamíferos, reptiles y peces que poseen un gran atractivo. A las 10 de la mañana del martes, el aire estaba frío pero varios niños abrigados pasaban por las boleterías a comprar los tickets.
Al entrar, algunos iban al resto bar que está a la derecha y mientras tomaban algo, compartían las mesas con unos pavos reales.
La guía Andrea Soriano llegó en uno de esos autos que se usan para trasladarse en el golf e invitó a dar un paseo.
Atravesó el paredón de piedras que reza Bubalcó y los primeros que aparecieron fueron los antílopes negros, cerca de dos cebras que pastaban con una tranquilidad inquebrantable.
Andrea explicaba que las visitas guiadas son para contingentes de más de 15 personas. El paseo dura tres horas y debe ser reservado con anticipación.
De repente unos ponis de los fiordos pasaron a saludar. Eran Estrella, Luna y Laura, las tres chicas retaconas que, mansas, se dejaban acariciar.
Al llegar al aviario, el portero del lugar era Martín, un pato mudo que gritaba afónico. Andrea decía que lo llevó una familia para que pueda disfrutar del brazo del río, pero le tiene miedo al agua, así que nunca se mete.
En un espacio contenido por una red metálica gigante, volaban guacamayos rojos, otros azules y los flamencos caribeños pintaban de un rosa salmón la laguna con colores opacos del invierno.
Los lémures blancos estaban ansiosos por comer. Con sus caras de viejos despeinados, espiaban y escapaban.
Cerca de la costa, los búhos orejudos llegados de la capital de a poco se adaptan al clima del sur. Sus compañeros de viaje, los monos titís, están en el invernadero.
Precios $480 el pase para menores (menos de 5 años no pagan), para bebés se presetan cochecitos. $650 sale el pase para mayores, y los jubilados pagarán 480 pesos.
$1950 sale el grupo familiar compuesto por dos adultos y tres niños.
Desde Bubalcó explicaron que como el gobierno de Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA) decidió transformar al zoo en un eco parque, envían su colección a otras instituciones del país y del exterior. Para eso, formaron una comisión de evaluación con expertos en cada especie y tienen representación las ONG que defienden el medio ambiente y los derechos de los animales.
Una proporción elevada de adjudicaciones fueron resueltas privilegiando las condiciones de Bubalcó. La pautas para elegir el lugar para cada especie, incluyeron buenas instalaciones que garanticen condiciones de vida, equipo idóneo para la conservación y promoción de valores educacionales.
Todos los ambientes.
El invernadero es una imponente construcción de metal y vidrio, en la que el ambiente lleno de plantas está templado. Es como una mini selva climatizada por un sistema computarizado que mantiene la temperatura y humedad óptimas.
Allí hay especies tropicales de la selva paranaense, una anaconda, una pitón albina, algunos peces de colores y los monitos tití, la especie de monos más pequeñas del mundo parecían muy conformes con su nuevo hogar. Pero el rey de ese lugar era el tucán.
“Èl es muy territorial, cada vez que traemos a alguna especie los molesta, tira picotazos”, decía la guía mientras el ejemplar de plumas negras brillantes y pico naranja miraba indiferente.
Al salir del invernadero, los turistas van a dos jaulas gigantes en las que viven los mamíferos más atractivos: una pareja de tigres de Bengala blancos y otra de tigres Siberianos.
“En el mundo quedan unos 200 ejemplares de estos tigres y acá ya tuvieron 12 cachorros en distintas pariciones”, dice Andrea frente a Kambar, que camina de un lado para otro, luciendo su traje blanco con rayas negras.
Una familia con tonada venezolana lo miran y le sacan fotos. Luego pasan por las jaulas de los monos y se dirigen al paseo costanero donde en un marco natural frente al río Negro, se sientan a descansar antes de seguir el recorrido.
Fotos: Alejandro Carnevale.
Publicado en Diario "Río Negro", 18 de Julio de 2019.
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